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La UPNA recibe el legado de Apolinar Azanza. científico navarro pionero en la investigación en genética vegetal

Este agrónomo trabajó de forma innovadora durante la primera mitad del siglo XX en dos áreas, la cerealística y la vitivinícola

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Familiares de Apolinar Azanza y personas vinculadas a la viticultura posan con el rector de la UPNA, Ramón Gonzalo (centro de la imagen).

El investigador navarro Apolinar Azanza Azcona, en 1921.

Una fotografía de 1929 en la que se ve a Apolinar Azanza desarrollar su trabajo.

La familia de Apolinar Azanza Azcona (Estella, 1889-Pamplona, 1959), científico navarro pionero en España en la investigación de genética vegetal, ha donado su fondo documental y bibliográfico a la Universidad Pública de Navarra (UPNA). Este agrónomo trabajó de forma innovadora durante la primera mitad del siglo XX en dos áreas, la cerealística y la vitivinícola, y obtuvo, mediante hibridación, nuevas variedades de trigo, a las que denominó “Navarros”, así como variedades de maíz, vides viníferas y portainjertos, a lo largo de los cuarenta años en que ejerció como jefe del Instituto de Mejora de Plantas en el Servicio de Agricultura de la Diputación Foral de Navarra.

Familiares de Apolinar Azanza y personas vinculadas a la viticultura posan con el rector de la UPNA, Ramón Gonzalo (centro de la imagen).

Un grupo de familiares de Apolinar Azanza, encabezado por dos de sus hijas, Aurora y Maribel Azanza Nieto, fue recibido por el rector de la institución académica, Ramón Gonzalo. Les acompañaban el catedrático Gonzaga Santesteban García, responsable del grupo de investigación Fruticultura y Viticultura Avanzadas de la UPNA, y el ingeniero agrónomo Julián Palacios Muruzábal, propietario y director técnico de la empresa navarra Viticultura Viva. Ambos, antiguos alumnos de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y Biociencias (ETSIAB) de la institución académica, han mediado para que el legado se quede en la universidad donde estudiaron.

El investigador navarro Apolinar Azanza Azcona, en 1921.

Apolinar Azanza se inició en la investigación de cereales en la Granja Escuela Práctica de Agricultura de la Región de Navarra y Vascongadas de Pamplona, donde cursó Enseñanza Media Agropecuaria, estudios equivalentes a los de perito agrícola (1907-1911). Posteriormente, se trasladó a Reus (Tarragona) para estudiar Enología en la Escuela Nacional de Viticultura y Enología, creada en 1912 y la única que impartía este título oficial. Allí realizó las primeras hibridaciones de vides.

Concluidos sus estudios en 1915 con Título de Honor al obtener 25 matrículas de honor de las 27 asignaturas del plan de estudios, Apolinar Azanza trabajó entre 1916 y 1919 como profesor y jefe de cultivos en el mismo centro tarraconense donde estudió. Ya en 1919 regresó a su tierra para desarrollar su labor profesional en el Servicio de Agricultura de la Diputación de Navarra, con dedicación plena a la investigación cerealística y vitivinícola.

Una fotografía de 1929 en la que se ve a Apolinar Azanza desarrollar su trabajo.

En el primer caso, Apolinar Azanza se dedicó tanto al estudio de los trigos como al de los maíces, cebadas y avenas, pero destacó, por los éxitos alcanzados, en su labor en la mejora del trigo, que, en esa época, era el cultivo rey de Navarra. “Con anterioridad a la Revolución Verde del norteamericano Norman Borlaug en los años 60, Apolinar Azanza había obtenido ya en 1937, como resultado de sus investigaciones iniciadas en 1919, trigos semi-enanos de alto rendimiento (hasta 6.000 Kg/hectárea), cuando en España la media de productividad del trigo en 1930-1935 era de 940 kg/hectárea”, recordaba una de sus hijas, Mercedes Azanza Nieto, ya fallecida, en un blog que dedicó a difundir la figura de su padre. También patentó en 1946 un panfermentógrafo, aparato que servía para determinar el valor panadero de las harinas: la prueba de fermentación.

Respecto a la vitivinicultura, para mejorar la calidad de los vinos navarros y hallar portainjertos resistentes a la filoxera, se propuso una investigación “única de su clase en España”, según la describía su hija: la de la hibridación. Para ello, contó con más de 3.500 variedades de vides, “la colección más completa de España y acaso de Europa”, en Villava. Desempeñó también un papel fundamental en la erradicación de la filoxera en los viñedos navarros, plaga que había reaparecido en 1911, y salvó numerosas cosechas de vino diagnosticando a tiempo enfermedades de las vides para poder tratarlas adecuadamente, como la acariosis, plaga de la que fue el primero en España en identificar (1914).

A su labor científica, hay que agregar un importante trabajo de divulgación: escribió, en diversas ocasiones bajo el pseudónimo de Ampelos, de manera muy didáctica, incluso sobre los temas más áridos, pero no logró que le editaran más que una pequeña parte de todos sus escritos. En este sentido, su obra de mayor difusión fue “La filoxera en los viñedos reconstituidos de Navarra” (1919), de la que se editaron 5.000 ejemplares. La falta de publicación de sus libros se vio compensada, en parte, por los centenares de artículos que vio publicados en revistas de temática agrícola y en los periódicos locales navarros.

Otro dato relevante de su biografía son los intercambios profesionales con el Instituto de Agronomía Experimental de Leningrado (la actual ciudad rusa de San Petesburgo), dirigido por el destacado genetista Nikolái Ivánovich Vavílov (1887-1943), con quien estuvo en Pamplona y mantuvo correspondencia desde 1927 hasta 1935.

El legado de Apolinar Azanza, donado a la Biblioteca de la Universidad Pública de Navarra, consta de una nutrida colección de libros, revistas y folletos sobre agronomía y de cuadernos personales en los que recogía sus investigaciones cerealísticas y vitivinícolas.  

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