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La editorial Cuadernos del Laberinto publica 'Besos de otros mundos', de José Félix Valdivieso

La editorial madrileña Cuadernos del Laberinto acabada de publicar “Besos de otros mundos”, de José Félix Valdivieso, un libro especial que se centra en...

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La editorial madrileña Cuadernos del Laberinto acabada de publicar “Besos de otros mundos”, de José Félix Valdivieso, un libro especial que se centra en el beso. Y un beso, ya se sabe, es capaz de todo. Es susceptible, como toda reacción nuclear, de producir reacciones en cadena de consecuencias imprevisibles. Un beso sirve tanto para reventar conceptos, como para reventar familias. Y también para hacer todo lo contrario. «He tenido muchos primeros besos, y todos de verdad, así que me di cuenta de que la verdad son muchas» —dijo Kostia.

Pero si con todos los besos hay que tener sumo cuidado, con el primero más. Es solo que el primero es el primero, del mismo modo que ningún pecado iguala al primer pecado, al pecado original. Un poemario que relata la dinámica, la filosofía y el arraigo del beso; además de contar con una encuesta final sobre cómo fue el primer beso de 250 personas. Un estudio fascinante sobre un tema ávido y bello que se abre con el prólogo de Luis Alberto de Cuenca.

¿Qué lo motivó a profundizar en un tema tan apasionante como es el beso?

El beso, como tal, es primordial. Lo cierto es que pocas cosas hay tan agradables como el suave roce de unos labios. La ciencia sostiene que además ese roce evoca lo más primigenio del ser humano, porque es la boca la que conecta primero al bebé con el mundo, con esas mamas maternas, que lo alimentan y mantienen con vida. El beso es nutritivo —ha dicho Jacinto Choza.

Desde otro ángulo, la importancia de los labios y sus besos también se manifiesta en el hecho de que antaño se besaba un documento, o un contrato, como prueba de que se estaba de acuerdo con el mismo. Es por ello que esas tres equis (XXX), con las que hoy en día nos despedimos en un mensaje, no indican otra cosa, que el lugar en el que se tenía que besar el documento para firmarlo, y por ello han perdurado como símbolos de los besos.

Por otra parte, son múltiples las pruebas, de que es difícil sustraerse al embrujo, al empuje, a la fuerza, del primer golpe, en el ámbito que sea, y cómo no iba a serlo en el de los besos. De hecho, solo aquello que adquiere mucha relevancia, mucho peso, tiene reflejo en el ordenamiento jurídico, de modo que no en vano se señala que prior in tempore, potior in iure, para dejar claro que esgrime mejor derecho, quien primero estuvo en posesión de la cosa.

¿Qué es lo que los lectores de Besos de otros mundos van a encontrar, de dónde surge este original título? ¿A qué otros mundos se refiere el título?

En un mensaje a una amiga, justo después de la pandemia, en uno de esos períodos en los que todavía había restricciones para verse, me despedí con un “Besos de otros mundos”, y ella me dijo, que ese sería un buen título para un libro. A partir de ahí empecé a darle vueltas al título hasta que compuse el primer poema:

Feliz dolor

Una vez me enamoré

de un erizo,

que me besó rápido,

y huyó tímido,

pidiendo perdón.

Sus besos eran, como

las espinas en su lomo.

Dolían tanto, como le

hacían bien, y desde entonces,

he estado en busca de una

suerte de feliz dolor.

Luego vinieron el resto de poemas sobre besos, “1 $”, “La fiesta”, repartidos en tres partes, a saber, La leyenda del beso (el verdadero mito de Babel), La ira de Gea, y La lengua, los bárbaros. Hay también una cuarta parte, un tanto inusual para un libro de poesía “Apuntes para una sociología del primer beso”, en la que recojo testimonios de gente sobre su primer beso. 

Una de las personas entrevistadas dijo “descubrí después todos los besos, porque una vez que pasas los besos, ya no vuelves atrás”, los besos son como de otros mundos.

Es usted un reconocido políglota ¿En cuántos idiomas sabe escribir “BESO”?

Lo que verdaderamente ocurrió en Babel fue que la soberbia de la diosa Lengua ofendió hasta tal punto a los dioses, diciendo que sin ella los dioses nunca podrían decir nada, que estos no solo dictaminaron que hubiera miles de lenguas, sino que ellos mismos enmudecieron para siempre, y por eso ahora ni hablan, ni besan.

Cuando reinaba el silencio —dicen los comentaristas— la mejor manera de romperlo era juntando lenguas; así nació el beso. De ahí en adelante el beso sirvió de rompehielos de todas las conversaciones, y se convirtió en el idioma universal. De estas cosas se habla en el poema “Leyenda del beso” del libro.

El beso se escribe solo en todos los idiomas, y ni Confucio, ni Hemingway dijeron nada al respecto.

Las ilustraciones del libro son de Miguel Panadero, artista que ya le ha acompañado en otros libros anteriores. 

Trabajar con Miguel es como trabajar conmigo mismo. Nos entendemos a la perfección desde que nos embarcamos en el frenesí de que yo escribiera sobre una pintura suya, que él me mandaba semanal y puntualmente durante todo el año 2014. Fue la vendetta que ideó por yo haberle encargado durante años, que me hiciera las portadas de mis libros. De ahí nació nuestro libro Dibugrafías (Libros.com, 2017), que no es más que una explicación o narración escrita de una obra visual, lo que se conoce técnicamente con el poco amable nombre de écfrasis. Recientemente, la artista canaria Isabel Llarena ha presentado su tesis doctoral sobre la cuestión de si todo lo manuscrito, trazado o pintado conforma una única escritura (10 de julio, 2024, Departamento de Filología, Univ. Complutense).

Trabajando con Miguel he aprendido mucho no solo sobre pintura, sino también sobre mi propia escritura. Solemos comentar lo que el otro ha hecho. Frente al pensamiento aristotélico de que el ser humano es por naturaleza un animal político, Averroes habló de que realmente lo que es, es un animal social, lo que resalta, aún más si cabe, el carácter colaborativo de nuestra naturaleza, desvinculado de las relaciones de poder político. Cooperando, por nuestra naturaleza social, llegamos más lejos, como individuos, y como especie.

Y en esta ocasión, es inevitable destacar el prólogo de Luis Alberto de Cuenca, quien dice que: “Os invito a pasear por los poemas que siguen y a no pasar por alto el último capítulo, en el que se ha incluido algo inusual en un libro de versos: una encuesta sobre cómo fue el primer beso de doscientas cincuenta personas”. 

¿Qué aspectos le parecieron más fascinantes o sorprendentes durante la encuesta que llevó a cabo a 250 personas y que indagaba en cómo fue su primer beso?

Lo de preguntar a la gente sobre su primer beso, me vino a la cabeza, porque cuando me preguntaban sobre lo que estaba escribiendo, y decía que era sobre besos, enseguida la gente recogía el hilo, y decía algo sobre ellos de la manera más natural y abierta. Un día, la amiga de una amiga, se despachó con lo que me pareció el más espontáneo canto a la vida. Dijo que ella nunca había acabado de dar su primer beso. Me di cuenta de que el hablar de besos, abría mucho, y en maneras tan inusuales y generosas, que desviaban la conversación naturalmente al corazón, como si instantáneamente se concediese una servidumbre de paso al mismo. La conversación se hacía simplemente más interesante. Así que me puse a preguntar.

Después de leer este libro, ¿se besa más?

Cuando se lee algo, creo que es inevitable el darle algunas vueltas. Siguiendo la misma lógica, puede ser que al leer sobre besos, nos entren deseos de besar a alguien. No es mala opción, sin pisar charcos, que salpiquen demasiado barro.

¿Qué cambios experimenta José Félix Valdivieso a lo largo de sus tres poemarios?

En el poema “Todo esto” se dice:

Pasan los pájaros,

y pasan los días.

Todo pasa —dice el poeta.

¡Quédate! —grita, desesperado.

Sabe, lo que saben todos, que los pájaros se pierden en la noche, y que el libro se cierra en la última caricia nocturna. No sé qué más decir para que todo esto no pase más que por un recuerdo.  

Todo esto lo digo, porque según avanzamos en el tiempo, vamos tomando conciencia inequívoca del agónico sinsentido de nuestra lucha. Por ello, hay que estar alertas para no desfallecer, y seguir luchando por la alegría, con la misma fuerza con la que remonta el salmón a contracorriente río arriba. Intento que mi poesía no pierda la luz.

Hay poetas a los que siempre se regresa y otros a los que se abandona. ¿Cuáles son los suyos en ambas vertientes?

No tengo poetas a los que vuelvo, solo ganas de encontrar poesía, para darle color a los días. Cuando tengo esas ganas, quiero calle, salir, entrar, que me pasen cosas, caminando, tomando una caña, hojeando libros en las librerías, o motoreando por las carreteras. Es entonces, cuando presto el oído a la calle, y oigo cosas que la gente dice, que me dan pie para escribir y vivir.

Si se me pregunta por mis gustos poéticos, decir que son como los de mi paladar. No hay sabor que no pruebe. No hay verso que no lea. Casi todo me gusta, casi todo me enseña.

¿Con qué personaje histórico se iría de cañas?

Dediqué un poema a Rita Hayworth, titulado “Gilda”en mi libro Grito de amor (Hacia una Teoría General de las Cavidades). Nadie más apropiado para irse a tomar unas cañas, que alguien que es capaz de inspirar a otros, allende los mares, una tapa con el nombre de su mejor película.

Siempre me fascinaron su tragedia interior y su belleza exterior, era la metáfora perfecta del arte. La convulsión y el estiércol de un alma maltratada, que bien removida, y envasada de la más bella de las maneras, relucía como toda una galaxia. Además, en un punto me tocaba personalmente. Rita Hayworth se casó con Orson Wells, al que admiro a destajo, tanto por sus películas, como por cómo pensaba y se desenvolvía socialmente. Se casaron en secreto en 1943, y su padrino de boda fue el actor, Joseph Cotten, cuya mujer, Patricia Medina, también actriz, era prima hermana de mi abuela. Cuando los fuimos a visitarla en su casa de Bel-Air en California, yo estaba en la edad del pavo, y decidí que ese señor no era de ningún interés para mí. Fue toda mi familia, excepto este servidor. De ahí me viene lo que llamé el complejo de Joseph Cotten, que me atribuyo cada vez que cometo una estupidez.

GILDA

Aceituna,

anchoa,

guindilla,

Gilda,

femme fatale,

que diste origen

salado,

verde,

y picante,

como una bofetada

sin guante,

a ese Norte,

y a ese Sur,

conjunto

de amor y odio,

de Empédocles,

ínclito Profeta,

en el arco del tiempo,

de la invención

de un país,

que la

eufonía

llama

Españas,

ese grito de amor,

Gilda.

¿Tiene libro electrónico? ¿Cree que finalmente acabarán con el libro en papel?

Sí, tengo libro electrónico, pero lo cierto es que no me acostumbro a él. Creo que pierdo memoria espacial, y que con ello recuerdo menos que cuando leo en papel. Con un libro en papel voy de atrás para adelante, buscando lo que he subrayado, o la página que he doblado. Cierto es que se puede subrayar en el libro electrónico, pero mi sensación es que con la pérdida del volumen, mi memoria es aún más frágil de lo que lo es normalmente. En todo caso, toda esta sensación puede ser que no derive más que del hecho de que no sea nativo digital, como son las nuevas generaciones. Lo que ocurrirá con el libro en papel, está por ver, aunque todo apunta a que termine siendo como los coches de carruajes, objetos de museo, y en este caso, también de bibliotecas, si estas no acaban siendo también todas virtuales.

¿Qué consejos darían a los jóvenes que comienzan a escribir? ¿Qué le mueve a escribir?

Que pasen y vean, que vivan, y que lean. De todo mucho, y bien.

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